Legazpi city: mi ciudad como su ciudad, nuestras calles como sus calles

Estar en la calle es estar en tránsito. Uno se siente como que no está en ningún lado, pero no se siente perdido. Al recorrer una calle conocida, nuestra conciencia activa el piloto automático y vaga. Comenzamos a caminar en una realidad suspendida, como si la ciudad se difuminara. Nuestros pensamientos brotan y en nuestros rostros se materializa el voluble panorama de la emoción humana.

Las calles son un medio que transforman nuestros personajes, de un lugar a otro. Al recorrerlas, las calles nos permiten ser anónimos. Un banquero, un albañil, un alumno, un sacerdote, entre la ida y la vuelta —todos son desencajados de la ciudad y su estructura—. Pasamos por una fase de disolución, de no ser totalmente uno mismo. Las calles nos transportan momentáneamente a un estado mental primitivo, de nuestro pasado cavernario en el que constantemente buscábamos usos alternativos al fuego, época en la que dominaba la intuición.

Lo común. Lo corriente. En las calles de nuestra ciudad, donde la familiaridad ataca nuestros sentidos, nos refugiamos en la mente. Una vez oí a un poeta decir que hoy es un lujo dedicarle tiempo a la preocupación, a la reflexión. Las calles nos dan ese lujo. Mientras llegamos a nuestro destino, mientras nos libramos del contacto con nuestra ciudad, buscamos transformarnos en turistas en ese extraño lugar conocido como el alma.

Ed, nuestro coordinador de comunicaciones, capta escenas de la vida diaria en las calles filipinas.

Un niño camina detrás de su hermana mayor.

Un breve momento de reflexión es captado por la cámara.

Ciclistas sonríen para la cámara entre el tráfico.

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